viernes, 23 de diciembre de 2011

(DÍA 19) DIOS MANIFESTADO.

“Sucedió que cuando los ángeles su fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha manifestado.”
Lucas 2:15


Los ángeles estuvieron con los pastores. ¿No han estado con nosotros los ángeles todo el tiempo? Se dice que cada creyente tiene un ángel guardián que le cuida de enemigos y peligros. El salmo dice que el ángel de Jehová acampa a nuestro alrededor (Salmo 34:7). Jesús fue ministrado o servido por un ángel cuando sufría lo indecible, hasta derramar lágrimas de sangre, antes de ser apresado. Tal vez estando en oración, usted alguna vez ha sentido la presencia de un ser invisible. Luego desaparecen o no les sentimos más, pero en verdad siguen allí. Los ángeles son una realidad sobrenatural que impregna y cohabita esta realidad natural en que vivimos. No propiciamos el culto a estas criaturas creadas por Dios, pero sí el estar conscientes de su existencia y presencia protectora. Hacerlo da seguridad al cristiano.

Como aquellos pastorcillos, luego de haber experimentado esa “epifanía” o manifestación sobrenatural, hoy día nosotros somos invitados al Belén espiritual para contemplar a Jesús, el Mesías prometido. “Veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha manifestado”, oremos al Señor y visualicemos Su encarnación, veamos cada detalle de Su nacimiento como Hombre. Adoremos a Jesús, el Hijo de Dios, con nuestros labios y corazón sincero, ofreciéndole nuestra vida. Cantémosle en la noche de Navidad, esa que llamamos Nochebuena, alabanzas que expresen el amor que anida en nuestros corazones por Él, el Salvador del mundo. La Navidad no es para celebrarnos a nosotros mismos, no es para recibir regalos ni para exaltar a otros hombres, sino para celebrar al Hijo, ofrecerle nuestros dones y exaltarlo a Él.

Para los pastores que fueron visitados por ángeles, primero fue la revelación y luego la comprobación de ese anuncio, yendo a Belén. Para nosotros la Biblia y las palabras del Evangelio son la revelación del Señor; disfrutar hoy día de la salvación, tener la libertad de dirigirnos a Dios por medio de la oración, y disfrutar internamente del Espíritu Santo, son la comprobación de ese maravilloso anuncio angélico, que Cristo ha venido a este mundo para darnos salvación.

(DÍA 18) UN LUGAR PARA JESUCRISTO.

“Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón.”
Lucas 2:7

Este texto, a nuestro juicio, no está destacando la pobreza de la familia de Jesús, ya que estos, sin ser una familia pudiente, tampoco eran miserables. Se observa una familia común, sencilla, él un obrero con un oficio digno, ella una mujer honorable, ambos del linaje de David pero sin grandes riquezas materiales. Como hombre de trabajo, José no estaba en la miseria, pero tampoco poseía la riqueza que en todas las épocas compra lo que quiere. Creemos que Dios simplemente quiso destacar que, tal como en el mundo de hoy y en todas las épocas en que el ser humano ha buscado sólo su satisfacción egoísta, en este mundo no hubo, no hay ni habrá un lugar para el Salvador. El pecador se siente satisfecho y conforme de su condición y Dios no tiene espacio en su vida.

Jesucristo, al nacer como hombre, ni siquiera tuvo un lugar donde cobijarse en forma decente, sino que nació entre animales. Ya que iban sus padres de viaje, podría haber nacido en un mesón, posada de la época, pero no tuvo ese privilegio. Nuestro Señor no nació en un mesón sino en un establo; la Biblia dice "porque no había lugar para ellos en el mesón". No podemos tomar este hecho como algo sin importancia, un mero detalle o casualidad. En la Palabra de Dios, como en la vida, nada es casual. San Pablo dice con firmeza "Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz" (Filipenses 2:5-8). Jesús se humilló hasta lo sumo: siendo Dios se hizo hombre, como hombre nació en un lugar de animales, vivió sus últimos años dedicado al ministerio y sin tener dónde recostar la cabeza y murió como un delincuente, traicionado y negado por sus amigos.

El mesón de Jesucristo fue su propia familia: José y María, el amor de sus padres terrenos y el Amor de su Padre Celestial en el Espíritu Santo. El no tuvo un mesón físico, sino uno espiritual, para que nosotros sí tuviésemos un mesón concreto y espiritual: la comunidad cristiana, los hermanos que nos acogen y el cuidado pastoral para crecer a la estatura de Jesús, la Iglesia que nos acepta y nos conduce en el ejercicio de la fe. El mesón es el lugar donde nace, vive y muere el cristiano.

En Belén, como hoy día en cualquier ciudad del mundo, no había lugar para el Hijo de Dios. Jesús dice que todo cuanto hagamos a uno de sus pequeñitos a él lo hacemos, si visitamos al pobre a él visitamos, si curamos al enfermo a él le sanamos, si vamos donde el preso o nos condolemos del discapacitado, a él estamos acudiendo y siendo movidos a misericordia. Ayer como hoy, no hay lugar para el que tiene necesidad. Por eso es tan importante este versículo bíblico cuando destaca la carencia de un lugar para el Amor. Esa es la gran ausencia del mundo actual, su gran necesidad: dar amor y recibir amor. Todos quieren recibir cosas materiales, placeres, dinero, pero nadie quiere dar amor. El mundo actual está interesado en recibir lo que atañe a la carne, tampoco le interesa recibir la Palabra de Dios, la sabiduría de lo alto, la luz de Cristo; prefieren filosofías que les permitan continuar pecando, que les den aquello que pueda tranquilizar sus conciencias sucias pero que no exija nada de ellos. No hay lugar para la Verdad, todavía no hay lugar, como en Belén, para Jesucristo.

Como en el mesón no hubo lugar para Jesús, hoy tampoco hay lugar para los que son diferentes en la sociedad. Cuando en la Iglesia no hay lugar para el distinto, es a Cristo a quien se está dejando fuera. El mesón, no el establo, es el lugar de los necesitados. La frase "no había lugar para ellos en el mesón" quiere transmitirnos el desprecio, la indiferencia y el egoísmo de una sociedad sin amor por el que sufre. Todavía, a pesar de la proclamación del Evangelio en todo lugar, la sociedad autoproclamada "cristiana" mantiene segregadas a muchas personas distintas a la mayoría. El mesón es el lugar de los que sufren. Negarles ese lugar es negar un lugar a Cristo que quiere nacer entre y en nosotros. 

martes, 20 de diciembre de 2011

(DÍA 17) UN CANTO DE GRATITUD.


“Entonces María dijo:
Engrandece mi alma al Señor; /
Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador.”
Lucas 1:46,47



El Magníficat (magnificat en latín) es un canto y una oración cristiana, proveniente del evangelio de Lucas (San Lucas 1:46-55) y reproduce las palabras que, según este evangelista, María, madre de Jesús, dirige a Dios cuando visita a su prima Isabel (San Lucas 1:13), madre de Juan el Bautista y esposa de Zacarías. El nombre de la oración está tomado de la primera frase en latín, que reza Magnificat anima mea Dominum: “Magnifica alma mía a Dios”.
 
El alma de María engrandeció al Señor, su espíritu se regocijó en Él. Ella expresa lo que siente y piensa su alma y lo que vive su espíritu. Hay ocasiones en la Biblia en que un creyente ordena a su alma bendecir al Señor, como David que escribe: “Bendice alma mía a Jehová”. En este caso, ella da cuenta de lo que sucede dentro de su alma, magnifica a Dios porque la escogido para una obra inmensa: dar a luz al Salvador. Su espíritu está gozoso y lleno del Espíritu Santo, ¡ha sido escogida para una gran misión! Es la más importante misión que un ser humano puede vivir: traer al Salvador a esta tierra, para que muchos alcancen la salvación de sus almas. Si esa hubiera sido su tarea ¿No sentiría usted lo mismo? Yo, verdaderamente, no cabría en mí de gozo.

Si lo pensamos mejor, esta misión dada a la madre de Jesús, en cierto modo es la vocación de todo cristiano: traer la Persona de Cristo a las almas hambrientas y sedientas de Dios. Es deber de los creyentes proclamar la Persona de Jesucristo y anunciar Su Evangelio, pero no como obligación legal sino como un genuino acto de gratitud hacia Aquél que tanto bien nos ha hecho. Cuando se nos ha perdonado mucho estamos profundamente agradecidos y sólo queremos comunicarlo a todo el mundo, producto de la alegría que rebosa el corazón. El canto de María es una alabanza de gratitud hacia el Padre que la ha escogido; es también nuestro canto, puesto que hemos sido escogidos por Él para dar a conocer Su obra salvadora, Sus virtudes y la esperanza que hay en Jesucristo.

lunes, 19 de diciembre de 2011

(DÍA 16) Y EN LA TIERRA PAZ.

“Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: /  ¡Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!”
Lucas 2:13,14


Contemplas la tarjeta navideña que te ha enviado un amigo lejano. Representa a unos pastorcillos velando junto al rebaño de ovejas menudas, en medio de una noche limpia, clara por la luz de una gran estrella que podría ser un cometa. Pero lo más singular de esta imagen es que se ve en el cielo una multitud de ángeles resplandecientes.

La Biblia habla de “huestes celestiales”.  Hueste, según el diccionario, es un “ejército en campaña”. Por eso tantas veces el Antiguo Testamento se refiere a Dios como “Jehová de los ejércitos”, porque Él es el comandante en jefe de las huestes o ejércitos celestiales. ¿Qué mejor forma de describir la autoridad, la organización, la obediencia y la estrategia del Reino de Dios que nombrando a sus seguidores como “huestes celestiales”? Los seres celestiales, que son variados (ángeles, arcángeles, serafines, querubines, etc.), son absolutamente obedientes a su Creador y velan por que se cumpla Su voluntad en el universo.

En un momento tan importante como la encarnación del Hijo de Dios, Jesucristo, un arcángel, Gabriel, fue enviado como mensajero a José y María, para que tuviesen confianza en la obra que Dios haría en ellos. También fue mandado un ángel a los pastores de la región, por la humildad de éstos, pero también por el carácter simbólico de su oficio, ya que había nacido el Buen Pastor, el Príncipe de los pastores, para que ellos también le adoraran y reconocieran como su Pastor.

Apareció junto al ángel “una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: / ¡Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” Ellos declaraban con su canto de alabanza que Dios, el Señor, tenía toda la gloria; ese día Dios se había glorificado haciéndose Hombre, puesto que de ese modo nos salvaría. Además, así como en lo alto del cielo había gloria y victoria, en lo bajo de la creación, en la tierra, ahora comenzaría la escalada de la paz.

Jehová Shalom, el Dios de Paz, había enviado a este mundo al Príncipe de la Paz que pondría por fin reconciliaría a la Humanidad con Dios, por medio de su entrega de amor en la cruz. Esta es la buena voluntad de Dios para con los hombres.

Tu tarjeta navideña tiene escrita una sencilla frase en letras doradas, que define toda la obra de nuestro Dios, nacido como Hombre: Y en la tierra paz…” ¿Lo adorarás esta Navidad?

sábado, 17 de diciembre de 2011

(DÍA 15) UN SER SANTO.

“Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón. / Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios.”
Lucas 1:34,35


María estaba muy sorprendida de que el ángel le dijera que iba a quedar encinta. Cómo podría ser si ella no había tenido relaciones con hombre alguno. Entonces Gabriel le explicó que sería cubierta por el Espíritu Santo de Dios y que de esa relación nacería un Ser Santo, que luego sería llamado Hijo de Dios.

Los hijos que tenemos los humanos son hermosos y apreciados por la gran mayoría de sus padres. ¿Quién no se emociona y enternece al contemplar un bebé recién nacido? Nos parece ese ser tan indefenso, tan puro, tan delicado, tan inocente, tan limpio de gota de maldad, que nos enfrenta con nuestra propia humanidad caída, tosca y ya estropeada por la vida. Hay en un niño tanta esperanza, es como si Dios nos hablara a través de esa criatura y nos dijese: “Tú eras así ¿Qué te ha sucedido que has cambiado tanto?” Aún siguen naciendo hijos en esta tierra y cada vez que nace un niño Dios habla: “Quiero que sean tan puros como este bebé”.

A pesar de la imagen positiva que un recién nacido proyecta en nosotros, hay otra realidad espiritual que los cristianos comprendemos muy bien y es que los hijos heredan de sus padres un rasgo negativo, una tendencia a rebelarse contra Dios, lo que se ha llamado “pecado original” porque nace en el origen del ser humano, se ha heredado de nuestros primeros padres, Adán y Eva. Crecemos con esa raíz que sólo la conversión a Jesucristo puede arrancarla de nuestro corazón. El bautismo ejemplifica esa limpieza del pecado original.

El Ser que nació de María y el Espíritu Santo no podía heredar ese pecado porque era Hijo de Dios y Dios es Santo, sin mancha, sin culpa, aborrece el pecado, sólo actúa y siente y piensa en amor. De María Jesús heredó la naturaleza  humana, la condición de ser humano; de Dios Su Divinidad y poder y Santidad. Jesús es un Ser Santo como Su Padre de los cielos, porque es Él mismo encarnado, hecho hombre. Jesús nos llama a ser como Él: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro padre que está en los cielos es perfecto” (San Mateo 5:48) El apóstol Pedro nos recuerda: “sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir” (1 Pedro 1:15).

La fe cristiana tiene vocación de santidad. Fue fundada por el Hijo de Dios: Jesucristo, Santo Ser que nos llama a la santidad, que es la vida perfecta en Dios. Toda la Sagrada Escritura nos habla de ese llamado a la santidad, a ser separados del pecado y la mundanalidad para ponernos bajo la cobertura del Dios Santo. Este concepto es extraño al ser humano; muchas veces se presta para burlas y se deja a los llamados “hombres religiosos”, pero en verdad es el tema central de toda vida espiritual. La Religión, que es religar o volver a unir al hombre con Dios, se ocupa de la salvación del alma, la vida del espíritu y el comportamiento moral del ser humano acorde a la voluntad Divina, que está escrita en la Biblia. Por lo tanto nada hay más importante en la Historia de la Humanidad que el nacimiento de este Ser Santo llamado Jesucristo, Hijo de Dios, a quien sea toda honra, toda gloria y toda alabanza. Amén.

viernes, 16 de diciembre de 2011

(DÍA 14) UN HEREDERO DEL TRONO DE DAVID.

Rey David

“Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre”
Lucas 1:32

JESÚS, hermoso nombre para ser pronunciado por los hombres en todo tiempo; en tiempo de abundancia, en tiempo de escasez, cuando estamos en problemas pero también cuando todo va bien. Jesús, el Salvador, fue anunciado como “grande”. En el mundo hay hombres que destacan en un deporte, en las artes, en la ciencia o en otra de las tantas actividades humanas. Se les otorga premios, aplausos, y se les admira, se les pone como ejemplo, pero es muy probable que en otras áreas ellos no sobresalgan y hasta sean un mal ejemplo. Se les llama “grandes hombres” y “grandes mujeres”, pero esa grandeza es limitada. No así Jesucristo, el niño que nació en Belén de Judea. Él será GRANDE y ha de ser llamado Hijo del Altísimo.

Todos los seres humanos, por ser criaturas de Dios, somos en cierto modo sus hijos. El Evangelio llama hijos a los que han nacido de nuevo y han creído en Jesucristo: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; / los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.” (San Juan 1:12,13). Pero sólo uno es el Unigénito Hijo del Padre; Jesús es el Hijo de Dios, la Segunda Persona de la Trinidad.

Por ser GRANDE e HIJO DEL ALTÍSIMO, Dios lo puso en el lugar más importante de la creación, en el trono de David. Esta es una posición de autoridad. Significa que Jesús es la máxima representación de Dios en el universo. A Él están sujetas todas las criaturas espirituales y materiales; bajo su dominio camina la vida; nada hay que escape a su control. Hoy toda la autoridad Divina se ha delegado en Cristo, hasta que Él regrese y llame a Sí a todo ser humano y juzgue esta creación, incluidos los ángeles que cayeron en desobediencia.

A este Dios grande, Hijo del Altísimo; máxima autoridad del universo, servimos nosotros, los cristianos. En estos días celebramos Su nacimiento y nos alegramos de estar bajo Su cobertura espiritual.
 

miércoles, 14 de diciembre de 2011

(DÍA 13) HALLANDO LA GRACIA DE DIOS.

“Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios.”
Lucas 1:30
 

¿Qué es hallar gracia delante de Dios? Para poder responder a esta pregunta primero debemos comprender qué es la gracia. Es una virtud muy propia de Dios y que consiste en dar algo a cambio de nada, es decir gratuitamente. Gracia es gratuidad. Dios tiene esta gran riqueza en Sí mismo, poder dar sin esperar nada de nosotros, ya que Él es amor generoso.

Para poder alcanzar la gracia de Dios, la persona debe ser convencida de que nada puede hacer por sí misma para agradarlo. Los que se saben pecadores y débiles son los que recibirán la abundancia de la gracia Divina.

Hallar la gracia de Dios es la experiencia más hermosa que una persona pueda vivir. La Palabra de Dios aconseja: “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:16).

La única forma que podamos encontrar la gracia de Dios es por medio de la fe. Esta es el don que nos conduce a la gracia. Muchos personajes nombrados en la Biblia buscaron y hallaron la gracia de Dios. Uno de ellos fue Rut, la moabita, quien “dijo a Noemí: Te ruego que me dejes ir al campo, y recogeré espigas en pos de aquel a cuyos ojos hallare gracia. Y ella le respondió: Vé, hija mía” (Rut 2: 2). La generosidad de Dios se expresó en aquellos que dejaban caer sus espigas, en especial Booz, el patrón y futuro esposo, para que ella y su suegra pudieran alimentarse.

Noé también, dice la Biblia “halló gracia ante los ojos de Jehová” (Génesis 6:8). El patriarca Abraham, padre de la fe, “dijo: Señor, si ahora he hallado gracia en tus ojos, te ruego que no pases de tu siervo” (Génesis 18:3). ¡Cuántas mujeres hallaron gracia delante de los ojos de Dios dejando de ser estériles! “Y ella dijo: Halle tu sierva gracia delante de tus ojos. Y se fue la mujer por su camino, y comió, y no estuvo más triste” (1 Samuel 1: 18). Otro fue el caudillo Gedeón que halló gracia y se encontró con la victoria sobre sus enemigos: “Y él respondió: Yo te ruego que si he hallado gracia delante de ti, me des señal de que tú has hablado conmigo” (Jueces 6: 17).

Finalmente María, la futura madre de Jesús, primeramente creyó y fue avisada por el ángel: “María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios.” Nada podía temer ella de sus enemigos, no debía tener miedo de Herodes ni tampoco de las habladurías del pueblo acerca de su maternidad. Había encontrado Su gracia y Él le honraba con el regalo mayor a una mujer: dar a luz al Hijo de Dios.

¿Ha encontrado usted también la gracia de Dios? No es necesario que haga algo especial para encontrarla. No es preciso que haga grandes sacrificios para experimentar la gratuidad del amor del Señor. No necesita demostrarle a Dios nada, sólo creer en Él, creer que Él le ama a usted y ha enviado a Su Hijo, nacido de mujer, para salvarle a usted. Prepárese a recibirlo en esta Navidad.



lunes, 12 de diciembre de 2011

(DÍA 12) UNA MUJER BENDECIDA.

“Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres.”
Lucas 1:28

Hay muchas representaciones pictóricas artísticas de este relato bíblico. Es un tópico dentro de la Pintura, al que se llama “la anunciación”. El arcángel Gabriel, mensajero del cielo, visita a María para anunciarle que ha sido escogida por Dios para ser depositaria del Hijo que habrá de salvar a la Humanidad.

¡Qué hecho tan maravilloso es ser visitado por un ángel! Estamos rodeados de ángeles, son seres celestiales ministradores de los que tienen fe. Lo extraordinario es que este ser se hace visible a María. Entra al lugar en que ella está y le saluda: ¡Salve, muy favorecida! Ella ha sido altamente favorecida por el Señor.

¿Cuántos no hemos sido, también, muy favorecidos por Dios y no lo reconocemos? Disfrutamos de salud, familia, trabajo, alimentos y hasta dones especiales de parte de Él, cosas que son para nosotros tan comunes, tan de nuestro diario vivir, que casi no las valoramos. Pero el Ángel del Señor nos saluda como a grandes personas porque somos los favorecidos de Dios. Necesitamos despertar a estas realidades espirituales y dar gracias al Dador de Vida.

El Señor estaba con María. Era el minuto de ella, el momento crucial en que esta virgen debería responder a Su llamado o rechazarlo. ¡Gracias a Dios que ella dijo sí, accedió a ser la madre del Señor! Fue una mujer de fe, sumisa y obediente en su respuesta. El Señor estaba con ella, así como puede estar contigo hoy. ¿Cuál será tu respuesta al llamado de Dios? ¿Será un sí, un quizás o una respuesta negativa?

El Señor estaba con María y le bendecía con la más grande bendición que una mujer ha podido tener en la Historia de la Humanidad: ser la madre de Jesús. Eres “bendita tú entre las mujeres”, eres bendecida por Dios. Cuando recibimos un don especial del Señor, cuando Él nos otorga algo que nadie más tiene, cuando pone en nosotros una marca distinta, no es para enorgullecernos, no es para sacar usufructo de ello, no es para despreciar al que no lo tiene, sino que es para servir al Señor con un corazón humilde y agradecido.

Las palabras pronunciadas por Gabriel en su salutación nos recuerdan que: a) Nos movemos, más allá de nuestra cotidianeidad, en un mundo sobrenatural; b) Hemos sido favorecidos por el Señor con la salvación; c) El Señor está con nosotros, de nuestra parte; d) Hemos sido bendecidos por Él, somos benditos de Dios. ¿No son estos un motivo de adorar a Dios como lo hizo María?


(DÍA 11) VERDADERO HOMBRE.



“Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos”
Mateo 2:1


Nuestro Salvador no es un dios inventado, tampoco una leyenda, sino un Hombre con existencia histórica. Él nació en una ciudad que aún existe, Belén de Judea, en un tiempo identificable en la historia del Imperio Romano, durante el reinado de Herodes.

El año de nacimiento de Jesucristo reinaba sobre toda Palestina este Herodes el Grande, hijo de padre idumeo y de madre árabe. Con el auxilio de Roma, se apoderó de Jerusalén el año 37 antes de Jesucristo. Y reinó en Palestina hasta su muerte, acaecida durante el destierro en Egipto de la familia de Jesús. Con el fin de congraciarse con los judíos, restauró el templo de Jerusalén, agrandándolo y embelleciéndolo magníficamente, de tal manera que aun sin estar terminadas del todo las obras en tiempos de Jesucristo, era la admiración y el orgullo de sus contemporáneos.

Es muy importante para la fe este aspecto histórico, que el Señor sea un personaje real pues de ese modo intervino en la Historia humana y puede entenderse que tenga un rol concreto en nuestra propia historia personal. Jesús existió porque nació como hombre; Jesús existe porque resucitó y ahora vive como Hombre-Dios eternamente. Gracias a que vino como humano pudo morir por nosotros, los pecadores, ponerse en nuestro lugar y así conquistar para la Humanidad la salvación.

El segundo aspecto de este versículo “vinieron del oriente a Jerusalén unos magos”, indica que este Rey nacido en Belén, este Salvador, no es sólo para los que habitan en occidente sino también para los del oriente, es un Salvador y Rey de todo el orbe. Los magos eran hombres de ciencia de la época que observaban el cielo. Eran como los astrónomos de hoy y su ciencia incluía la astrología, es decir que interpretaban los movimientos de los cielos en relación con los hombres. Al observar un astro nuevo aparecer en el cielo, Dios les guió a ver en ese fenómeno el presagio del nacimiento de un Hombre muy importante, un Rey. La presencia de esos magos en el nacimiento del Niño Jesús significa que Él gobernará para toda la Tierra y Su mensaje es aún para los sabios y científicos de este mundo.

Otro aspecto de los magos es que fueron personas reales. No se sabe si eran tres o más. El Evangelio no lo aclara. Se ha supuesto tres por la cantidad de regalos que ofrecieron al Rey de Reyes: incienso, oro y mirra. Lo cierto es que creyeron en Su luz, se esforzaron por alcanzarlo, lo adoraron como Rey y le defendieron, no revelando su paradero a Herodes.

Hemos revestido a estos magos de una apariencia esotérica y muy oriental, desvirtuando el relato histórico del Evangelio. Es preciso no agregar ni quitar nada a la historia de Jesús. Tanto Herodes, como Jesús y su familia, y los magos, son personajes históricos. Así nuestra fe se fundamenta en hechos verdaderos y concretos, comprobables en la Historia y en las Sagradas Escrituras.

sábado, 10 de diciembre de 2011

(DÍA 10) UN REY PARA LOS SABIOS.

“Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra.”
Mateo 2:11



Jesús no solamente fue reconocido Rey por los humildes o sencillos de la tierra, sino también por los sabios. Los sabios del oriente viajaron una gran distancia para poder ver al pequeño Rey que había nacido, mas su visita no era una simple curiosidad por conocer al nuevo Rey , sino que tenía un doble propósito: adorarle y darle regalos. Cada regalo tenía relación con el Niño: oro, incienso y mirra.

(Éxodo 25:10-12) El oro es el primer metal utilizado para el culto a Dios, probablemente por su valor, dado su escasez, como por su brillo, que nos hablan de la luz y el poder de Dios. Le entregaron oro porque era un Rey y este metal precioso lo representaba. Todos sabemos lo que es el oro: el metal valioso que acostumbramos relacionar con la riqueza y el poder. Antiguamente las monedas de más alto valor eran de oro. Entonces no existía el papel moneda, esto es, lo que hoy llamamos "billete". El oro traído al pesebre de Belén fue, pues, un regalo simbólico. Es como si al depositar a los pies del niño Jesús el cofre con monedas de oro, el primer sabio de Oriente hubiese dicho: "Te traigo oro porque reconozco en Ti al que ha de tener más poder que todos los reyes de la tierra, al que ha de ser Rey de los Reyes".

(Éxodo 30:1,7,8,9) El incienso es el perfume sagrado del Tabernáculo en el Antiguo Testamento, ofrecido a Dios en el altar del sahumerio. Porque Jesucristo es Dios y como tal debe ser adorado, se le ofreció al Niño Jesús. El incienso es una resina olorosa que se quema en ceremonias religiosas, un producto oriundo del Oriente. Su uso como símbolo de adoración a Dios o de respeto a cosas relacionadas con la Divinidad, es una tradición muy antigua, anterior al cristianismo. El incienso sigue usándose hoy en ceremonias religiosas de varias iglesias cristianas. Es utilizado en la liturgia de la Iglesia Católica Romana, la Iglesia Ortodoxa Griega y la Iglesia Anglicana. El incienso fue otro regalo simbólico en el pesebre de Belén. Es como si al depositar a los pies del niño Jesús el cofre conteniendo incienso, el segundo sabio de Oriente hubiese dicho: "Te traigo incienso porque reconozco en Ti al que todos han de reconocer como a su Dios verdadero” El incienso nos recuerda que Jesucristo es Dios.

(Éxodo 30:22-33) La mirra es la goma preciosa producida por un árbol de Abisinia y Arabia, es y significa amargo. Es un ingrediente del óleo santo, usado para perfumar tanto a vivos como a muertos. A nuestro Salvador se le ofreció vino mezclado con mirra, o hiel por su amargor, una especie de narcótico, en la cruz, pero Él lo rechazó (San Marcos 15:23; San Mateo 27:34). Jesucristo un día sufriría la amargura por amor a aquellos por los cuales vino. La mirra es una sustancia perfumada que los antiguos tenían por un bálsamo precioso. Viene en forma de lágrimas y tiene un color rojizo. He aquí, pues, características que pueden convertir la mirra en un símbolo del hombre: el color rojo representaría la sangre, la forma de lágrima representaría el dolor. La mirra simbolizaría así la sangre y el dolor del hombre convirtiéndose en bálsamo para el género humano. ¿No fue Jesús, precisamente bálsamo para nosotros al sufrir la tortura de la crucifixión? La mirra constituye otro regalo simbólico en el pesebre de Belén. Es como si al depositar a los pies del niño Jesús el copón conteniendo mirra, el sabio de Oriente hubiese dicho: "Te traigo mirra porque reconozco en Ti al Hijo del Hombre que ha de sufrir y derramar su sangre por salvar a la humanidad doliente"

Estos tres elementos sagrados, fueron los regalos de los sabios para el Niño Jesús. En esos obsequios reconocieron Su calidad de Rey, de Dios y de Hombre. Jesús recibió los regalos porque Él era el celebrado y sólo Él debe ser celebrado en esta Navidad. Para los sabios que vinieron del oriente Jesucristo fue un Rey. Si tú también eres sabio, sabrás reconocer en Él a tu Rey. ¿Has pensado que vas a regalarle al Rey en esta Navidad?

¿Quieres recibir a este Niño como tu Señor y Salvador? Lo mejor que podemos ofrecer al Señor es nuestra vida, para que Él la transforme y utilice para Su gloria. Atrévete hoy a entregarle tu vida a Jesucristo.

Esta Navidad Él quiere vivir en ti; esta Navidad Él quiere tu obediencia; esta Navidad Él desea que le conozcas; que confíes en Él; que le traigas frutos; que dependas sólo de Él; que cambies tu manera de hablar; que estés atento en la oración; que cambies tu manera de pensar; que te arrepientas; esta Navidad Él quiere que estudies Su Palabra; que hagas tesoro en el cielo; que ames a tu prójimo; que perdones a tu ofensor; en fin, que le entregues tu vida y lo ames con toda tu mente, con todas tus fuerzas y con todo tu corazón. ¿Puedes hacerle este regalo a Él en esta Navidad?

(DÍA 9) MI SALVADOR.

“Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.”
Mateo 1:21


¡Oh, Señor, cuánto necesito que limpies mi alma! Soy tan pecador. Mi corazón está triste, no encuentro paz en mi congoja. Tal vez no tiene sentido esta queja de mi carne. Sólo Tú puedes salvarme de mi mismo, sólo Tú puedes recogerme en tu mano y sanarme, protegerme, llevarme a tu Reino. Jesús, ¡Qué precioso nombre! Todo nombre puede ser hermoso, tener un bello significado, pero el tuyo es eterno, delicado y generoso. Lo pronuncio y abarco toda la humanidad, Jesús “el Salvador”, el Mesías prometido.

Un día el Padre decidió tender su mano misericordiosa hasta mi pobre humanidad. Mi pecado, a pesar de su santidad, no le detuvo para amarme; no tuvo repugnancia al recogerme de la inmundicia de mi rebelión y, como al leproso, me tocó con su mano amorosa y me limpió, me cubrió, me llenó de un espíritu nuevo y puso su propio amor por las almas en mí.

¡Oh, Señor! No entiendo tus caminos ni tu amor sin medida. Sólo entiendo que tomaste aquella virgen, la llenaste de tu Luz e hiciste nacer a tu Hijo como humano. Aquel Jesús ha vuelto a nacer millones de veces en los corazones de los hombres y mujeres arrepentidos de sus pecados. Aquel Jesús ha salvado nuestras almas de la eterna perdición. ¿Cómo no habremos de amarte?

jueves, 8 de diciembre de 2011

(DÍA 8) DIOS CON NOSOTROS.

“He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, Y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros.”
Mateo 1:23


El Evangelio en este verso está citando al profeta (Isaías 7:14). Dios por medio de él, como instrumento, habló muchos siglos antes del nacimiento de Jesús, que haría a una mujer virgen concebir varón y que ese Niño se llamaría Emanuel, es decir “Dios con nosotros”. El pueblo hebreo sabía que Jehová le había escogido, sabía que era una nación especial en el corazón de Dios, sin embargo no procedía ni se sentía siempre junto a Dios. Muchos de nosotros, pecadores, tampoco sentimos la Presencia permanente de Él. ¡Qué ignorantes e insensibles somos a la voz del Espíritu Santo! Dios está siempre con nosotros, como lo prometió a los apóstoles, pero nuestro pecado nos aleja de Él. No es que nos abandone, sino que nosotros, avergonzados, tomamos distancia del Salvador.

A Su pueblo escogido entregó mandamientos y puso líderes, fuesen éstos patriarcas, jueces o reyes, más Israel se alejó de Él, reclamó con ingratitud en el desierto, se rebeló contra los siervos que Jehová había dado por cabeza. No somos tan diferentes nosotros a la vieja grey del Antiguo Testamento. Tenemos al Líder Supremo y no nos sometemos a Su voluntad, prefiriendo nuestro propio modo de hacer las cosas. Sin embargo Jesús, siempre fiel, no nos abandona porque ese es Su Nombre, Emanuel, Dios con nosotros. El Señor es fiel a Su Nombre.

Doy gracias al Padre que se reveló un día a mi vida, que hizo nada mi pecado clavándolo en la cruz de Su Hijo. Doy gracias por su gran misericordia porque me escogió, junto a usted, para vivir siempre con a Él y nunca más sufrir la soledad. Aunque todos nos dejasen, aunque los seres más queridos nos abandonaran, Jesús jamás se apartará de nuestro lado, porque Él cumple Sus promesas, porque Él nos ama y se ha propuesto llevarnos a la eternidad. Él es “Dios con nosotros”.

¿Ha conocido usted a una Persona más voluntariosa que el Señor? Creo que no. Los humanos tantas veces comenzamos algo y luego, ya por las dificultades, ya porque surgen otras motivaciones, lo abandonamos. Pero el Señor no es así, el termina lo que comienza, así es que “el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”, es decir hasta el día de nuestra muerte o cuando Él regrese (Filipenses 1:6). Cuando el Señor se propone algo con Sus hijos, no ceja hasta que lo logra. Piense usted en Jonás quien, a pesar de huir de Dios, Éste lo alcanzó en medio de la mar, le hizo ser tragado por un pez y lo puso en las costas de Nínive frente a la misión que le había encargado.

Del mismo modo nos sucede a nosotros. A pesar de nuestros pecados, a pesar de nuestras huidas, Él nos alcanza en Cristo y nos pone frente a la cruz para tomar una decisión: creer o no creer, ser o no ser, aceptarlo o rechazarlo, salvarnos o perdernos para siempre de la vista de Dios. Amados: prefiramos la primera opción –creer, ser, aceptarlo, salvarnos- para que Jesucristo sea nuestro eterno Amigo, nuestro Emanuel, nuestro “Dios con nosotros”. Amén.


miércoles, 7 de diciembre de 2011

(DÍA 7) LA DIVINA CONCEPCIÓN.



“El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo.”
Mateo 1:18


Más que sus escritores, es el Espíritu Santo quien habla a través de las Escrituras. La Biblia tiene muchos escritores, pero uno sólo es su autor: Dios. En este versículo el Autor quiere dejar muy claro cuál es la procedencia de Jesús. Categóricamente nos dice: “El nacimiento de Jesucristo fue así”, y procede a puntualizar tres aspectos muy importantes de Su nacimiento.

1) “Estando desposada María su madre con José”. La madre de Jesús aún no había contraído nupcias con José, sino que tan sólo estaba comprometida. Hoy diríamos que estaba de novia. Aún era una mujer virgen soltera. En esa condición ya había sido fecundada por el Espíritu, sin intervención humana.

2) “antes que se juntasen” es decir antes que tuviese relaciones sexuales, María concibió un hijo. El hecho es un milagro, algo totalmente fuera de lo normal. Todos los seres humanos nacemos de una madre y un padre. Con Jesús no fue así. Sólo tres seres humanos han nacido sin necesidad de un padre humano: Adán que fue hecho de barro por Dios; Eva que fue hecha de una costilla de su esposo, por Dios; y Jesús, que sólo tuvo madre humana pero no padre, porque Su Padre fue Dios. No podría haber sido de otra forma; si el pecado entró en seres sin padre humano, la salvación debía provenir de un Ser con la misma condición. Pero debía ser de “la simiente de la mujer” y por tanto necesitó nacer de una madre humana.

3) “se halló que había concebido del Espíritu Santo” La Biblia es clara: la mujer fue fecundada por un agente externo a la Humanidad, por un Espíritu sin pecado y glorioso, el Espíritu Santo de Dios. Él cubrió a María y fecundó a un Ser Santo, nuestro Salvador.

El nacimiento de Jesucristo requería de la absoluta disposición de una mujer para ser receptáculo del Santo Hijo de Dios. Además requería nacer como humano y no aparecer en esta tierra, como podría hacerlo un ángel. Era imprescindible que fuese parido como todo ser humano, dada la misión redentora y de sustitución que debería cumplir; por tanto requería de una madre. Un padre obviamente no podría traerlo al mundo. Como Jesucristo debía ser Hombre y Dios a la vez, su fecundación necesitaba ser hecha por el mismo Dios. María aportó la carga genética humana y el Espíritu Santo la condición Divina.

Nada más sublime que la concepción del Hijo de Dios en el vientre de la virgen María. Nunca dejamos de sorprendernos al leer este pasaje de la Historia Sagrada. La concepción de una criatura es siempre, de algún modo, el resultado y la expresión más vívida del amor entre un hombre y una mujer. En el caso de Jesús es la expresión del Amor de Dios más la obediencia y fe de María, una mujer santa.

En esta Navidad, del mismo modo debe haber en cada creyente un nacimiento espiritual. Necesitamos ser fecundados por el Espíritu Santo para que nazca en nosotros la personalidad de Jesús, “lleno de gracia y de verdad”.

martes, 6 de diciembre de 2011

(DÍA 6) EL DESEADO DE LA HUMANIDAD.

“Porque así dice Jehová de los ejércitos: De aquí a poco yo haré temblar los cielos y la tierra, el mar y la tierra seca; / y haré temblar a todas las naciones, y vendrá el Deseado de todas las naciones; y llenaré de gloria esta casa, ha dicho Jehová de los ejércitos.”
Hageo 2:6,7


El acontecimiento más impactante de la Historia humana sucedió hace más de veinte siglos atrás. Temblaron los cielos porque el Hijo de Dios aceptó bajar a esta tierra para morir por la Humanidad pecadora. Tembló el planeta porque irrumpía en su historia nada más y nada menos que el Mesías anunciado por los profetas de Israel. Tembló el mar, símbolo del juicio de Dios sobre los hombres, el mar que había sepultado al primer mundo en tiempos de Noé; ahora sería enjuiciado el pecado en la crucifixión del Cristo. Tembló la tierra seca, el desierto de este mundo, los corazones que habían perdido toda esperanza, ahora veían una Luz resplandecer en medio de las tinieblas.

El nacimiento de Jesús, Su obra evangelizadora, la formación de los Doce, Su muerte y resurrección produjo una influencia extraordinaria en el desarrollo de la Humanidad. Cambió la actitud de los hombres hacia sus prójimos, con la difusión del mensaje de amor. Se universalizó la visión monoteísta de los hebreos. Millones de personas asumieron a Jesucristo como su Maestro y Redentor, una Figura a imitar. Se produjo una conmoción en la cultura de las naciones.

La razón de tal impacto y conmoción es que venía al mundo el Personaje más deseado por la Humanidad. Es que “Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.” (San Juan 1:9) Aunque la gente no lo reconociera de inmediato, aunque los gobernantes recelosos le rechazaran, aunque Su pueblo no le recibiera y aún mandara darle muerte, en el fondo todos sabían Quién era Él. “En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció” dice el Evangelio (San Juan 1:10); no quisieron reconocerle. No es que no se dieran cuenta de Su Divinidad sino que “amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas” y prefirieron huir de la luz, para que sus obras no fuesen reprendidas (San Juan 3:19,20). El Deseado de la Humanidad llegó para no abandonar más al hombre.

La casa de todo aquél que recibe a Jesús en su corazón es iluminada con la gloria de Dios. La Iglesia formada por la comunidad universal de creyentes en Cristo, es una Casa feliz, plena de Su Presencia, en la que habita el amor de Dios, la fe en Su Hijo, la esperanza de una vida eterna y la paz completa del Deseado de todas las gentes. Disfrutemos en esta Navidad el gozo de la salvación y, levantados los brazos al cielo, expresando gratitud, digamos ¡Gloria a Dios para siempre!


lunes, 5 de diciembre de 2011

(DÍA 5) NUESTRO PAN DE VIDA.

“Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad.”
Miqueas 5:2


Es imposible vivir sin alimento. Su carencia nos debilita, enferma y hasta mata, salvo que lo hagamos como una práctica ascética, el ayuno, una forma de acercarnos a Dios en el desierto espiritual. Tenemos hambre de Él, hambre de esa Persona, hambre de aquel Espíritu, hambre del Soberano, del Absoluto que es Dios. No podemos sostenernos espiritualmente si no participamos de ese Pan vivo que es Jesucristo, Pan descendido del cielo.

No es casual que el nombre de la ciudad natal de nuestro Salvador, Belén, Beth-lehem, signifique en su lengua original “casa del pan”. Nacería en aquella ciudad de medio oriente Aquél que luego se presentaría como el Pan de Vida. De este Hombre Dios son alimentados todos quienes le han recibido como Señor y Maestro.

Los profetas anunciaron que el Mesías nacería en Belén. Esta ciudad siempre ha estado registrada en la historia y en el sentimiento de muchos pueblos y grupos religiosos. Innumerables aldeas, ciudades y regiones de otros países llevan el nombre de Belén en memoria de esta ciudad. En sus orígenes la población pertenecía a la tribu de Judá. El primer acontecimiento notable es que fue la cuna del rey David, personaje que daría una gran fuerza política al naciente reino de Israel y bajo el cual el reino adquiriría un gran esplendor.

El profeta Samuel buscaba un nuevo rey para Israel. Dios lo envió a una familia cuyo padre era Isaí. “David era hijo de Isaí, un efrateo que vivía en Belén de Judá. En tiempos de Saúl, Isaí era ya de edad muy avanzada, y tenía ocho hijos.” (1 Samuel 17:12) David, el hijo más joven de Isaí, fue ungido rey de Israel por Samuel. Isaí es el "tronco", padre del rey David y base del árbol de familia de Jesucristo.

Nueve siglos después que gobernó David, Jesús nació en Belén debido a que José, su padre, esposo de la virgen María, era descendiente de David. Como el país se hallaba bajo la dominación del imperio romano, sus habitantes debían acudir a su ciudad de origen para empadronarse, con el propósito que la potencia ocupante elaborase un censo de toda la población. “Y José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de David (San Lucas 2:4)

En Belén Dios se hizo Hombre y se acercó a nosotros. En Belén la Divinidad se vistió de Humanidad, bajó a nuestro nivel para salvarnos, para rescatarnos de las tinieblas y trasladarnos al Reino de Su Amado Hijo.

No veneramos una ciudad ni las cosas que la forman, pero existen poderosas razones para nuestra fe al identificarla. Nuestro Salvador no es un dios abstracto ni inventado, sino un personaje histórico y real, con una madre y un padre que vivieron en Israel, con una genealogía y una pertenencia a un pueblo. Jesucristo nació en Belén en días del rey Herodes; no es un personaje de ficción sino un ser de carne y hueso, un Hombre real, verdadero Pan del cielo, que nutre el alma humana. De allí la importancia de identificar su ciudad natal, Belén Efrata, la “casa del pan”.
 

domingo, 4 de diciembre de 2011

(DÍA 4) LA MAGNA OBRA DE DIOS.



“Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto.”
Isaías 9:7


Jesucristo luego de resucitar ascendió a los cielos y se sentó a la diestra del Padre, como Señor de toda la creación. Desde ese momento comenzó a ejercer Su señorío sobre toda criatura, en especial sobre los que creen en Él y le aceptaron en sus vidas como Amo y Salvador. En última instancia ser cristiano es ser un servidor o siervo de Jesucristo.

El imperio de Jesús fue predicado por Él mismo cuando anunció el Evangelio del Reino de Dios, que no es otra cosa que el gobierno de Dios sobre la vida de los seres humanos. La Humanidad se apartó del imperio de Dios en el Edén y cae en las garras del príncipe de las tinieblas. Cristo rescata al Hombre de ese reino malvado y lo llama a obedecer a Su gobierno.

Tres formas o etapas históricas tiene el Reino de Dios: 1) el reino en la vida del creyente que entrega su corazón a Jesucristo, el Rey; 2) el reino venidero durante mil años sobre la Tierra, que pondrá orden a toda realidad del planeta; y 3) el reino eterno, al que accederán todos los nacidos de nuevo.  ¡Cuán dilatado será el imperio de Jesucristo! Hoy vivimos días emocionantes, se libra una fuerte lucha entre la luz y las tinieblas. Todo cristiano debe tomar el asunto seriamente y determinarse a vivir bajo el Reino de Dios en cuerpo, alma y espíritu.

La paz que ofrece Jesús es sin límite, una paz que deriva de Su sacrificio en el Gólgota. Por el derramamiento de Su sangre son lavados nuestros pecados; nuestras conciencias son limpiadas y perdonadas, lo que trae por efecto una paz inefable para el cristiano. Tal paz tiene proyecciones en la vida social y un día, cuando Él reine físicamente el planeta, será una paz global como nunca en la Historia fue antes vista. Ni siquiera la paz falsa del anticristo le superará, porque Cristo traerá paz espiritual al mundo.

De la estirpe del rey David, uno de los más grandes gobernantes de Israel, emergió Jesucristo, el Mesías o Cristo anunciado por los profetas. De esa genealogía surgió el Reino que el Hijo de Dios estableció definitivamente sobre la Humanidad. Dios así lo dispuso en la eternidad; lo confirmó en la cruz donde juzgó al ser humano pecador, en Jesucristo; e hizo justicia a la Humanidad caída, para eternidad. Tamaña obra Divina fue producto del gran amor de Dios, de Su celo por Su creación y por su modo correcto y sabio de ver las cosas.

En estos días en que, litúrgicamente, esperamos el nacimiento de Jesucristo, contemplemos la magna obra de Dios al decidir encarnarse y nacer como hombre en la persona de Jesús. Demos gracias y adoremos al Padre que nos ha dado un Salvador. ¡Cuánto amor ha expresado Dios por nosotros en Jesús nacido como hombre!

sábado, 3 de diciembre de 2011

(DÍA 3) LAS GRACIAS DE SU NOMBRE.

“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.”
Isaías 9:6



¡Cuánta alegría hay en una familia cuando llega un nuevo hijo! Aún aquellos que tienen dificultades económicas o los que no lo deseaban, se alegran al ver su rostro y contemplar su fragilidad y pureza. Es que nada hay más hermoso que el misterio de la vida. El nacimiento de un niño es una afirmación de esperanza, es el mensaje de que aún hay posibilidades para el desarrollo del ser humano en esta tierra. Cuanto mayor es la alegría al saber que ese niño es nada menos que el Hijo de Dios.

María y José hubieron de expresar estas palabras: “un niño nos es nacido, hijo nos es dado”. Aquel hijo no fue producto del amor humano entre un hombre y una mujer, sino que fue engendrado por el Espíritu Santo en una mujer santa que se humilló al Señor y aceptó Su voluntad. Ese Hijo de Dios les fue concedido a los esposos como verdadero hijo de ellos. Jesús fue producto del amor de Dios por la Humanidad caída, fue la más grande expresión del amor de Dios por nosotros.

Esta Navidad recibiremos una vez más al Príncipe del Cielo, Jesús, quien vino a vencer en la cruz a Satanás, el príncipe de este mundo. “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro” El Niño Dios es dado a nosotros como medio de perdón y reconciliación, y como gobernante de nuestras vidas. Por eso le llamamos “Señor”.

En este texto el nombre de Jesús tiene un significado quíntuple. En numerología bíblica el cinco es factor de gracia. Él es la mayor gratuidad de Dios para nosotros; se nos ha ofrecido gratuitamente como regalo de Dios para la Humanidad. Cada vez que regalamos un presente a un niño en Navidad, estamos simbolizando el regalo del Padre Dios a cada ser humano. El regalo de Dios para nosotros tiene un nombre: Jesús. Él es para usted: 1) Admirable, 2) Consejero, 3) Dios Fuerte, 4) Padre Eterno, y 5) Príncipe de Paz. Pregúntese este día qué significado tienen para usted esos nombres. Sólo le ocupará unos segundos responderlo, pero le será muy útil a su espíritu:

1) ¿Qué tan Admirable es Jesús para mí?
2) ¿Es Jesús mi Consejero?
3) ¿Acudo siempre a Jesús como mi Dios Fuerte?
4) ¿Es Jesús mi Padre Eterno?
5) ¿Busco la paz y el perdón en Jesús, mi Príncipe de Paz?

viernes, 2 de diciembre de 2011

(DÍA 2) UNA SEÑAL MARAVILLOSA.

"El Señor mismo os dará por eso la señal:
He aquí que la Vírgen concebirá, y dará a luz un hijo,
y será llamado Emmanuel su nombre"
Isaías 7:14

¿Cómo se reconocería al auténtico Mesías? En primer lugar Dios mismo daría una señal. Cuando nosotros necesitamos comprobar que cierto asunto personal es voluntad del Señor, requerimos una señal de Su parte. A veces no vemos con claridad qué camino tomar, tenemos que discernir entre dos alternativas. ¿Qué hacer? Necesitamos una señal de Dios. En el pueblo hebreo surgían hombres inteligentes y sabios, había algunos con gran liderazgo… pero ¿Cómo reconocer al Enviado de Dios, al Mesías prometido, esa “simiente” de la cual hablaba la profecía?

Esta es la señal primera, la más cierta. Dios no esperaría a que naciese el Mesías, Su Verbo Encarnado, Su Verdad hecha Hombre, sino que le daría a conocer desde el mismo momento en que fuese engendrado en el vientre de Su madre. La señal contundente sería que una “virgen” concebiría un hijo; en hebreo una “álmáh”, es decir una muchacha joven en edad de contraer matrimonio. La Biblia no dice “betuláh”, que sólo significa virgen y que no hace referencia a otra cualidad. Tampoco usa el nombre “náaráh”, muchacha pero no virgen. Se subraya esta señal, anunciándola con un “He aquí…” Nada más sorprendente que una mujer virgen, sin intervención de varón, quede embarazada. De lo contrario, la concepción de Jesús habría sido un hecho común que a nadie causaría sorpresa. Es una señal poderosa, una obra milagrosa de Dios que denota que la paternidad del Ser que nacería de esa virgen, sería extraordinaria, Divina.

Luego nos habla de Su Nombre, de cómo se nombraría al Hijo de la Virgen. Siglos después, cuando el ángel Gabriel visita a María, se le asigna el mismo nombre, Emanuel, que significa “Dios con nosotros”, porque es un Hijo Divino. Jesucristo es humano por nacer de una mujer, pero también es Divino por ser engendrado de Dios. Muchos hombres buenos hay en el mundo; pueden surgir líderes respetables; también los hay y habrá inteligentes y sabios maestros; aún pueden fundar hermosas y profundas religiones o escuelas filosóficas; pero ninguno de ellos es Dios. Jesucristo fue anunciado por profecías miles de años antes de su nacimiento como hombre; fue engendrado de un modo excepcional por el Espíritu de Dios; y nació de una mujer virgen. ¿Qué prueba más concluyente que Él es el Hijo de Dios? En esta Navidad recordaremos y celebraremos esta maravillosa señal.

jueves, 1 de diciembre de 2011

(DÍA 1) LA PRIMERA PROFECÍA

“14 Y Jehová Dios dijo a la serpiente: Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida. / 15 Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.”
Génesis 3:14,15


Una vez el Señor habló a la serpiente con dureza. Todos conocemos a estos reptiles. Algunos los aman y otros le tienen miedo y repulsión, pero en verdad son como todas las criaturas, seres inocentes. En verdad Dios le habló a la “serpiente antigua”, al diablo que tomó esa apariencia animal en el Edén. Él es un mentiroso, que hasta el día de hoy toma diversos ropajes para engañar y tentar al ser humano a desobedecer a Dios. Por ello decimos en el Padrenuestro “no nos dejes caer en la tentación”.

La maldición que pronunció el Señor sobre Satanás fue arrastrarse en esta tierra, no poder estar en Su presencia ni disfrutar de la gloria que viven los ángeles. Comer polvo es humillarse ¡Dios hace morder el polvo a todo aquél que se le rebela!

Además profetiza al ángel caído que habrá una guerra entre él y la mujer, es decir entre Satanás y la descendencia de Eva, madre de los vivientes. Desde el momento de la caída del Hombre en el pecado, se declaró una guerra a muerte entre el bien y el mal, entre los ángeles del diablo y los descendientes de la primera pareja humana. En este verso se señala tempranamente que la descendencia de esa mujer “herirá en la cabeza” al poder del diablo. Tal cosa significaba que Satanás sería vencido. Y así fue; a pesar de que el diablo atacó a Jesucristo por medio de Judas, los fariseos, sacerdotes y herodianos, su crucifixión fue solamente “una herida en el talón” que ni siquiera desestabilizó el poder del Hijo de Dios, pues éste resucitó victorioso de entre los muertos, venciendo por nosotros a Satanás que nos hirió con el pecado. Hoy los creyentes disfrutamos de la salvación, el perdón y amor de Dios para siempre. La profecía de Génesis se ha cumplido. ¡Alabado sea el Señor!