lunes, 19 de diciembre de 2011

(DÍA 16) Y EN LA TIERRA PAZ.

“Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: /  ¡Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!”
Lucas 2:13,14


Contemplas la tarjeta navideña que te ha enviado un amigo lejano. Representa a unos pastorcillos velando junto al rebaño de ovejas menudas, en medio de una noche limpia, clara por la luz de una gran estrella que podría ser un cometa. Pero lo más singular de esta imagen es que se ve en el cielo una multitud de ángeles resplandecientes.

La Biblia habla de “huestes celestiales”.  Hueste, según el diccionario, es un “ejército en campaña”. Por eso tantas veces el Antiguo Testamento se refiere a Dios como “Jehová de los ejércitos”, porque Él es el comandante en jefe de las huestes o ejércitos celestiales. ¿Qué mejor forma de describir la autoridad, la organización, la obediencia y la estrategia del Reino de Dios que nombrando a sus seguidores como “huestes celestiales”? Los seres celestiales, que son variados (ángeles, arcángeles, serafines, querubines, etc.), son absolutamente obedientes a su Creador y velan por que se cumpla Su voluntad en el universo.

En un momento tan importante como la encarnación del Hijo de Dios, Jesucristo, un arcángel, Gabriel, fue enviado como mensajero a José y María, para que tuviesen confianza en la obra que Dios haría en ellos. También fue mandado un ángel a los pastores de la región, por la humildad de éstos, pero también por el carácter simbólico de su oficio, ya que había nacido el Buen Pastor, el Príncipe de los pastores, para que ellos también le adoraran y reconocieran como su Pastor.

Apareció junto al ángel “una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: / ¡Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” Ellos declaraban con su canto de alabanza que Dios, el Señor, tenía toda la gloria; ese día Dios se había glorificado haciéndose Hombre, puesto que de ese modo nos salvaría. Además, así como en lo alto del cielo había gloria y victoria, en lo bajo de la creación, en la tierra, ahora comenzaría la escalada de la paz.

Jehová Shalom, el Dios de Paz, había enviado a este mundo al Príncipe de la Paz que pondría por fin reconciliaría a la Humanidad con Dios, por medio de su entrega de amor en la cruz. Esta es la buena voluntad de Dios para con los hombres.

Tu tarjeta navideña tiene escrita una sencilla frase en letras doradas, que define toda la obra de nuestro Dios, nacido como Hombre: Y en la tierra paz…” ¿Lo adorarás esta Navidad?

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