martes, 6 de diciembre de 2011

(DÍA 6) EL DESEADO DE LA HUMANIDAD.

“Porque así dice Jehová de los ejércitos: De aquí a poco yo haré temblar los cielos y la tierra, el mar y la tierra seca; / y haré temblar a todas las naciones, y vendrá el Deseado de todas las naciones; y llenaré de gloria esta casa, ha dicho Jehová de los ejércitos.”
Hageo 2:6,7


El acontecimiento más impactante de la Historia humana sucedió hace más de veinte siglos atrás. Temblaron los cielos porque el Hijo de Dios aceptó bajar a esta tierra para morir por la Humanidad pecadora. Tembló el planeta porque irrumpía en su historia nada más y nada menos que el Mesías anunciado por los profetas de Israel. Tembló el mar, símbolo del juicio de Dios sobre los hombres, el mar que había sepultado al primer mundo en tiempos de Noé; ahora sería enjuiciado el pecado en la crucifixión del Cristo. Tembló la tierra seca, el desierto de este mundo, los corazones que habían perdido toda esperanza, ahora veían una Luz resplandecer en medio de las tinieblas.

El nacimiento de Jesús, Su obra evangelizadora, la formación de los Doce, Su muerte y resurrección produjo una influencia extraordinaria en el desarrollo de la Humanidad. Cambió la actitud de los hombres hacia sus prójimos, con la difusión del mensaje de amor. Se universalizó la visión monoteísta de los hebreos. Millones de personas asumieron a Jesucristo como su Maestro y Redentor, una Figura a imitar. Se produjo una conmoción en la cultura de las naciones.

La razón de tal impacto y conmoción es que venía al mundo el Personaje más deseado por la Humanidad. Es que “Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.” (San Juan 1:9) Aunque la gente no lo reconociera de inmediato, aunque los gobernantes recelosos le rechazaran, aunque Su pueblo no le recibiera y aún mandara darle muerte, en el fondo todos sabían Quién era Él. “En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció” dice el Evangelio (San Juan 1:10); no quisieron reconocerle. No es que no se dieran cuenta de Su Divinidad sino que “amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas” y prefirieron huir de la luz, para que sus obras no fuesen reprendidas (San Juan 3:19,20). El Deseado de la Humanidad llegó para no abandonar más al hombre.

La casa de todo aquél que recibe a Jesús en su corazón es iluminada con la gloria de Dios. La Iglesia formada por la comunidad universal de creyentes en Cristo, es una Casa feliz, plena de Su Presencia, en la que habita el amor de Dios, la fe en Su Hijo, la esperanza de una vida eterna y la paz completa del Deseado de todas las gentes. Disfrutemos en esta Navidad el gozo de la salvación y, levantados los brazos al cielo, expresando gratitud, digamos ¡Gloria a Dios para siempre!


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