domingo, 4 de diciembre de 2011

(DÍA 4) LA MAGNA OBRA DE DIOS.



“Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto.”
Isaías 9:7


Jesucristo luego de resucitar ascendió a los cielos y se sentó a la diestra del Padre, como Señor de toda la creación. Desde ese momento comenzó a ejercer Su señorío sobre toda criatura, en especial sobre los que creen en Él y le aceptaron en sus vidas como Amo y Salvador. En última instancia ser cristiano es ser un servidor o siervo de Jesucristo.

El imperio de Jesús fue predicado por Él mismo cuando anunció el Evangelio del Reino de Dios, que no es otra cosa que el gobierno de Dios sobre la vida de los seres humanos. La Humanidad se apartó del imperio de Dios en el Edén y cae en las garras del príncipe de las tinieblas. Cristo rescata al Hombre de ese reino malvado y lo llama a obedecer a Su gobierno.

Tres formas o etapas históricas tiene el Reino de Dios: 1) el reino en la vida del creyente que entrega su corazón a Jesucristo, el Rey; 2) el reino venidero durante mil años sobre la Tierra, que pondrá orden a toda realidad del planeta; y 3) el reino eterno, al que accederán todos los nacidos de nuevo.  ¡Cuán dilatado será el imperio de Jesucristo! Hoy vivimos días emocionantes, se libra una fuerte lucha entre la luz y las tinieblas. Todo cristiano debe tomar el asunto seriamente y determinarse a vivir bajo el Reino de Dios en cuerpo, alma y espíritu.

La paz que ofrece Jesús es sin límite, una paz que deriva de Su sacrificio en el Gólgota. Por el derramamiento de Su sangre son lavados nuestros pecados; nuestras conciencias son limpiadas y perdonadas, lo que trae por efecto una paz inefable para el cristiano. Tal paz tiene proyecciones en la vida social y un día, cuando Él reine físicamente el planeta, será una paz global como nunca en la Historia fue antes vista. Ni siquiera la paz falsa del anticristo le superará, porque Cristo traerá paz espiritual al mundo.

De la estirpe del rey David, uno de los más grandes gobernantes de Israel, emergió Jesucristo, el Mesías o Cristo anunciado por los profetas. De esa genealogía surgió el Reino que el Hijo de Dios estableció definitivamente sobre la Humanidad. Dios así lo dispuso en la eternidad; lo confirmó en la cruz donde juzgó al ser humano pecador, en Jesucristo; e hizo justicia a la Humanidad caída, para eternidad. Tamaña obra Divina fue producto del gran amor de Dios, de Su celo por Su creación y por su modo correcto y sabio de ver las cosas.

En estos días en que, litúrgicamente, esperamos el nacimiento de Jesucristo, contemplemos la magna obra de Dios al decidir encarnarse y nacer como hombre en la persona de Jesús. Demos gracias y adoremos al Padre que nos ha dado un Salvador. ¡Cuánto amor ha expresado Dios por nosotros en Jesús nacido como hombre!

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