lunes, 12 de diciembre de 2011

(DÍA 12) UNA MUJER BENDECIDA.

“Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres.”
Lucas 1:28

Hay muchas representaciones pictóricas artísticas de este relato bíblico. Es un tópico dentro de la Pintura, al que se llama “la anunciación”. El arcángel Gabriel, mensajero del cielo, visita a María para anunciarle que ha sido escogida por Dios para ser depositaria del Hijo que habrá de salvar a la Humanidad.

¡Qué hecho tan maravilloso es ser visitado por un ángel! Estamos rodeados de ángeles, son seres celestiales ministradores de los que tienen fe. Lo extraordinario es que este ser se hace visible a María. Entra al lugar en que ella está y le saluda: ¡Salve, muy favorecida! Ella ha sido altamente favorecida por el Señor.

¿Cuántos no hemos sido, también, muy favorecidos por Dios y no lo reconocemos? Disfrutamos de salud, familia, trabajo, alimentos y hasta dones especiales de parte de Él, cosas que son para nosotros tan comunes, tan de nuestro diario vivir, que casi no las valoramos. Pero el Ángel del Señor nos saluda como a grandes personas porque somos los favorecidos de Dios. Necesitamos despertar a estas realidades espirituales y dar gracias al Dador de Vida.

El Señor estaba con María. Era el minuto de ella, el momento crucial en que esta virgen debería responder a Su llamado o rechazarlo. ¡Gracias a Dios que ella dijo sí, accedió a ser la madre del Señor! Fue una mujer de fe, sumisa y obediente en su respuesta. El Señor estaba con ella, así como puede estar contigo hoy. ¿Cuál será tu respuesta al llamado de Dios? ¿Será un sí, un quizás o una respuesta negativa?

El Señor estaba con María y le bendecía con la más grande bendición que una mujer ha podido tener en la Historia de la Humanidad: ser la madre de Jesús. Eres “bendita tú entre las mujeres”, eres bendecida por Dios. Cuando recibimos un don especial del Señor, cuando Él nos otorga algo que nadie más tiene, cuando pone en nosotros una marca distinta, no es para enorgullecernos, no es para sacar usufructo de ello, no es para despreciar al que no lo tiene, sino que es para servir al Señor con un corazón humilde y agradecido.

Las palabras pronunciadas por Gabriel en su salutación nos recuerdan que: a) Nos movemos, más allá de nuestra cotidianeidad, en un mundo sobrenatural; b) Hemos sido favorecidos por el Señor con la salvación; c) El Señor está con nosotros, de nuestra parte; d) Hemos sido bendecidos por Él, somos benditos de Dios. ¿No son estos un motivo de adorar a Dios como lo hizo María?


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