viernes, 23 de diciembre de 2011

(DÍA 18) UN LUGAR PARA JESUCRISTO.

“Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón.”
Lucas 2:7

Este texto, a nuestro juicio, no está destacando la pobreza de la familia de Jesús, ya que estos, sin ser una familia pudiente, tampoco eran miserables. Se observa una familia común, sencilla, él un obrero con un oficio digno, ella una mujer honorable, ambos del linaje de David pero sin grandes riquezas materiales. Como hombre de trabajo, José no estaba en la miseria, pero tampoco poseía la riqueza que en todas las épocas compra lo que quiere. Creemos que Dios simplemente quiso destacar que, tal como en el mundo de hoy y en todas las épocas en que el ser humano ha buscado sólo su satisfacción egoísta, en este mundo no hubo, no hay ni habrá un lugar para el Salvador. El pecador se siente satisfecho y conforme de su condición y Dios no tiene espacio en su vida.

Jesucristo, al nacer como hombre, ni siquiera tuvo un lugar donde cobijarse en forma decente, sino que nació entre animales. Ya que iban sus padres de viaje, podría haber nacido en un mesón, posada de la época, pero no tuvo ese privilegio. Nuestro Señor no nació en un mesón sino en un establo; la Biblia dice "porque no había lugar para ellos en el mesón". No podemos tomar este hecho como algo sin importancia, un mero detalle o casualidad. En la Palabra de Dios, como en la vida, nada es casual. San Pablo dice con firmeza "Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz" (Filipenses 2:5-8). Jesús se humilló hasta lo sumo: siendo Dios se hizo hombre, como hombre nació en un lugar de animales, vivió sus últimos años dedicado al ministerio y sin tener dónde recostar la cabeza y murió como un delincuente, traicionado y negado por sus amigos.

El mesón de Jesucristo fue su propia familia: José y María, el amor de sus padres terrenos y el Amor de su Padre Celestial en el Espíritu Santo. El no tuvo un mesón físico, sino uno espiritual, para que nosotros sí tuviésemos un mesón concreto y espiritual: la comunidad cristiana, los hermanos que nos acogen y el cuidado pastoral para crecer a la estatura de Jesús, la Iglesia que nos acepta y nos conduce en el ejercicio de la fe. El mesón es el lugar donde nace, vive y muere el cristiano.

En Belén, como hoy día en cualquier ciudad del mundo, no había lugar para el Hijo de Dios. Jesús dice que todo cuanto hagamos a uno de sus pequeñitos a él lo hacemos, si visitamos al pobre a él visitamos, si curamos al enfermo a él le sanamos, si vamos donde el preso o nos condolemos del discapacitado, a él estamos acudiendo y siendo movidos a misericordia. Ayer como hoy, no hay lugar para el que tiene necesidad. Por eso es tan importante este versículo bíblico cuando destaca la carencia de un lugar para el Amor. Esa es la gran ausencia del mundo actual, su gran necesidad: dar amor y recibir amor. Todos quieren recibir cosas materiales, placeres, dinero, pero nadie quiere dar amor. El mundo actual está interesado en recibir lo que atañe a la carne, tampoco le interesa recibir la Palabra de Dios, la sabiduría de lo alto, la luz de Cristo; prefieren filosofías que les permitan continuar pecando, que les den aquello que pueda tranquilizar sus conciencias sucias pero que no exija nada de ellos. No hay lugar para la Verdad, todavía no hay lugar, como en Belén, para Jesucristo.

Como en el mesón no hubo lugar para Jesús, hoy tampoco hay lugar para los que son diferentes en la sociedad. Cuando en la Iglesia no hay lugar para el distinto, es a Cristo a quien se está dejando fuera. El mesón, no el establo, es el lugar de los necesitados. La frase "no había lugar para ellos en el mesón" quiere transmitirnos el desprecio, la indiferencia y el egoísmo de una sociedad sin amor por el que sufre. Todavía, a pesar de la proclamación del Evangelio en todo lugar, la sociedad autoproclamada "cristiana" mantiene segregadas a muchas personas distintas a la mayoría. El mesón es el lugar de los que sufren. Negarles ese lugar es negar un lugar a Cristo que quiere nacer entre y en nosotros. 

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